Cicatrices
Los grandes desafíos en el vínculo de las personas con el mundo los hemos proyectado en el campo de lo que hemos llamado la ingeniería. No es difícil entender la etimología de la palabra. Y casi todos los grandes desafíos, dejando a un lado aquellos que solamente ansían llegar donde no se ha llegado antes, han tenido siempre como meta acercarnos unos a otros.
Los grandes desafíos se han trazado así como líneas, y como líneas que han sido, han tenido siempre una dirección y dos sentidos. El sentido de vuelta, curiosamente, supone mayor dificultad. Si a los grandes talentos se les reconoce porque se mantienen después de haber llegado, los grandes ingenieros son aquellos que saben cómo volver, y cómo hacer más fácil la ida en el segundo intento.
Pero lo que es más importante es que esos caminos se entienden, en el principio del principio, como una raya esbozada en un plano, líneas de fuerza cargadas de intención. Dejan huellas en la memoria del territorio y condicionan a aquellas que vienen después. Daniel Libeskind contó que las anduvo buscando sobre el terreno de su segundo museo alemán en bibliotecas y archivos municipales. Dijo que la intuición de una línea le hizo trazar una pasarela en un punto exacto de la parcela, y que en el desmonte de los cimientos descubrió allí un puente antiguo, bajo el que él había proyectado. Las líneas de fuerza cicatrizan sobre el territorio.